¡No me toques la diégesis!

Para los hardfans más exigentes y voraces del audiovisual, uno de los requisitos indispensables que se le exige a una serie de televisión digna de admiración y veneración es respetar en todo momento su filosofía y coherencia. No todas ellas lo cumplen por distintos motivos: guionistas que no hacen bien su trabajo, productores ejecutivos que pierden la ilusión y no cuidan los detalles o por comodidad a la hora de elaborar nuevas tramas. Un caso especialmente sangrante es el de las series de ciencia-ficción, que como bien afirma el profesor Alberto Nahum en su artículo sobre la tercera de Misfits: “el género fantástico no ampara el “todo vale”. Al contrario: las reglas que se establecen al principio del juego han de seguirse como si fueran las Sagradas Escrituras. Cualquier otra cosa es hacerse trampas al solitario. Y precisamente en esa barra libre es donde naufragan relatos que alguna vez surcaron los mares de la genialidad”.

Heroes: Empezar de puta madre, acabar de puta pena

Ahora volveré al redil, puesto que mi intención no es comentar la coherencia de tal o cual serie de ficción, si no la atención prestada por los guionistas a los pequeños detalles de la historia y cómo vuelven a surgir en otros episodios, sobre todo en sit-coms y en series de animación. Porque una cosa está clara, cuando la serie se respeta, se (re)conoce a sí misma y no olvida los detalles de los capítulos anteriores, el grado de fidelidad y alegría de sus seguidores aumenta. Y en este sentido, Community en sus primeras tres temporadas ha rozado el cum laude en muchísimas ocasiones. Cuando al comienzo piensas que la serie te regala momentazos por capítulo que quedarán en el olvido, no pasa mucho tiempo para que los propios personajes comenten estos detalles en capítulos sucesivos. Un momento representativo de ello lo encontramos en la escena en la que repasan las tímidas intrigas amorosas que van surgiendo entre los personajes a lo largo de la serie. En Community, no todos los gags se basan en la trama episódica de serie de humor, sino que algunos de ellos cuentan con un elemento que emergerá de nuevo para regocijo del espectador (la reaparición de Annie’s Boobs es antológica).

«Y ahora somos tan disfuncionales e incestuosos…»

En este sentido me vienen a la cabeza un par de detalles que aunque puedan parecer demasiado quisquillosos, demuestran que algunos guionistas prefieren jugar con todas las posibilidades del universo de la serie sin atender al trabajo previo realizado. Futurama, por ejemplo. En el 1×02, queda claro que Bender en el momento en que un imán se pega en su brillante cuerpo metálico, se convierte en un escandaloso cantante folk. Sin embargo, en el 3×06, se pega un pequeño imán en la barbilla para hacerse pasar por el robot Flexo sin sufrir transformación ninguna. Otro detalle: en la octava temporada de Scrubs, uno de los personajes secundarios se echa un ligue que estalla maniáticamente cuando le tocan las manos descubiertas. En uno de los capítulos de final de temporada, en un momento bastante relevante, sus manos son tocadas sin reaccionar histéricamente, sino con ternura. Vale, este par de ejemplos no suponen la violación flagrante de la coherencia de la diégesis, pero son los suficientemente representativos como para observar que incluso en las series más geniales no se cuidan con mimo estos detalles.

«Volveré a la montaña alguna vez...» (8)

Toda esta entrada, en la que comento estas reflexiones sin tirarme de los pelos, ya es tratada como no podía ser de otra manera en la que considero la más grande Biblia sobre TV de todos los tiempos: Los Simpson. En esta serie podríamos encontrar ejemplos a patadas, pero tras tantos cambios de equipos de guionistas y con la cantidad ingente de capítulos a sus espaldas, muchos de esos detalles pasan inadvertidos incluso en los fans con multitud de reposiciones en su historial de visionado. Y es que mola ser fan, pero mejor no serlo tanto. Matt Groening y su troupe seguramente ya se verían las caras con otros fans que le soltasen estos lamentos en macroconvenciones… para devolverles la pelota con este divertido momento en el episodio de «El Show de Rasca, Pica y Poochie»:

NERD: ¡Hola, pregunta para la señorita Melanie! En el episodio 2×09, Rasca toca el esqueleto de Pica como si fuera un xilófono. Toca dos veces como si fuera la misma nota y sin embargo produce dos tonos claramente diferentes…je. ¿Qué quieren hacernos creer, que es una especie de…je, je, je… xilófono mágico o algo así? Jo, espero que despidiesen a alguien por ese patinazo.

HOMER: Yo le contestaré… Permítame una pregunta, ¿cómo es que un hombre que lleva una camiseta que dice ‘genio trabajando’ se pasa el día viendo dibujos para niños?

NERD: Retiro la pregunta… (y saca una chocolatina)

Y tras esta conclusión final, mejor también me retiro…

Deja un comentario